Vamos a ver, por un lado, tenemos un documental cantando las alabanzas de un señor que, no se sabe si serán ciertas las acusaciones que se presentaron contra él para destituirlo de su cargo, pero que aún presuponiendo su inocencia, es un grandísimo ególatra y un chupacámaras, el juez estrella. Tampoco me gusta su faceta de cazador, que se iba mucho de monterías y a mí me gustan los bichicos, siento compasión por mis congéneres de la raza animal. Por otro lado, Coixet es una pedorra, una caricatura de sí misma y el epítome de lo snob y el gafapastismo. Así que, como que no.
Por otro lado, qué vamos a decir del Santo. Este córvido siente un temor atávico cuando oye hablar de la Obra. Por mucho que ellos digan que sus miembros quieran quitarle mecha al asunto y digan que son gente normal y corriente, algo huele mal ahí. Su afán por acumular poder y riquezas se contradice un poco con el cristianismo y lo que de verdad da yuyu es que parecen tan maquiavélicos y amigos de usar intrigas y métodos turbios como antes lo fueron los jesuitas (otros que tal bailan).
Por mucho que ese inglés con nombre francés, Roland Joffé, quiera quitarle hierro al asunto y diga que a los españoles nos gusta mucho poner etiquetas y que los del Opus le han dejado rodar la película que él quería, yo no termino de tragármelo.
En fin, próximamente en sus pantallas, las dos Españas. Y al que no le guste ninguna de las dos, pues seguramente acabará siendo la percha de todos los palos, como un servidor.
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