Había una vez un remoto país donde los animales pensaban y actuaban como personas. Este reino, conocido como "Coño! Todo esto es tan hermoso". El país estaba gobernado por cerdos, burros, comadrejas, buitres, etc. y el rey era un león, pero no un león como otro cualquiera, sino un león vegano que se alimentaba de tofu (por aquello de que todo el mundo era feliz y era políticamente incorrecto que los animales se comieran unos a otros). La verdad es que en este reino no se vivía mal del todo, pero tampoco era tan perfecto. como decían los subditos. Así que los cuervos empezaron a hartarse de ver todo el día a los animalitos en plan Disney y como se aburrían empezaron a charlar y a reírse de Bambi, Tambor, El Rey León y toda la cabaña animal. Como estos cuervos eran parientes de las urracas parlanchinas les gustaba mucho el cachondeo y la risa y estaban todo el día graznando ocurrencias. Al tiempo se les unieron los piojos, que estaban cansados de tener tan mala fama y de que nadie les echase mucha cuenta.
Toda esta cháchara era inofensiva, pero el resto de los animales empezaron a cansarse y a decir para sus adentros "¿pero qué les pasa a estos? ¿Por qué no son felices? Si esto es Jauja. ¿Además, qué es eso de la ironía, el sarcasmo y el humor negro?". Como no sabían bien de qué iba la historia y no entendían sus gracejas, una zorra se ofreció voluntaria para desentrañar el misterio y recordó algo de una historia de un tal Esopo donde salían un cuervo y una zorra. Se le había olvidado un poco cómo era aquello, pero recordaba que al final la zorra ganaba.
La zorrita se acercó al árbol donde estaba el cuervo y le espetó: "Oye, tú, pajarraco, qué pasa contigo? ¿Recuerdas la fábula del cuervo y del zorro? Pues dame ya el queso". El cuervo le respondió "pero de qué queso hablas? En todo caso el que se pegará la vida padre serás tú, yo soy un cuervo decente y sólo como lo que pillo, del queso, nasti de plasti". Entonces la zorra se ofendió y le dijo "desde luego, no sé por qué afeas la conducta de nuestros magnánimos gobernantes, eres un bicho indigno". El cuervo se quedó sorprendido y le dijo: "Pero bueno, se supone que en la fábula me tenías que hacerme la pelota a mí y pedirme que cantara para que abriera el pico y así soltara el queso, pero ni hay queso, ni me halagas. Parece que tienes un trastorno narcisista de personalidad". El zorro, muy ofendido, respondió "¿que yo le hago la pelota a nuestros fantásticos gobernantes sólo porque canto a la belleza de este lugar simpar y a la gracia e inteligencia de nuestros líderes? Estoy muy dolido, ahora me voy, ea!". El cuervo se encogío de hombros y soltó "Po bueno. Po fale. Po malegro". Pero el zorro hizo el amago de irse y volvió al rato, que era más pesado que el que mató a un cochino a besos. Así que al final los cuervos y los piojos se acostumbraron a este zorro y siguieron a lo suyo, qué se le iba a hacer.
Y aquí termina esta fábula moderna. No hace falta aclarar que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.